La Gran Guerra ha durado cuatro años, provocando la muerte de ocho millones de hombres. Ha determinado el hundimiento de tres imperios, en Berlín, Viena y Moscú y ha arruinado provincias en el frente occidental y oriental. Ha sido la primera guerra industrial, la de las invenciones técnicas incesantes, producciones masivas, movilizaciones generales de todos los recursos humanos, económicos, mecánicos. Sus víctimas han sido de todas las nacionalidades y de todos los orígenes, Europa, América del norte, naciones de la Commonwealth y poblaciones colonizadas en India, Indochina y África. Se ha hecho por todas partes, por tierra y bajo tierra, en el agua y bajo el agua, en el aire. Se ha hecho por todos los medios, con cargas de caballería, en el cuerpo a cuerpo en las trincheras, de los bombardeos a los carros de asalto, de los gases al fósforo. El guerrero no ha sido más que el servidor y la víctima de la máquina.
De la Gran Guerra surge una Europa absolutamente diferente y agotada, horrorizada, modernizada por la fuerza. Es una revolución en sí misma, hija de la Revolución industrial y científica, madre de las revoluciones políticas que crean la URSS, la República de Weimar y que dará a Europa Central su apariencia por dos décadas, hasta el Anschluss y la invasión de Checoslovaquia y Polonia por el Tercer Reich. Dio forma al mundo, y algunas de sus consecuencias perduran hasta nuestros días, como el ejemplo de los campos de algunas regiones francesas, como la Picardie y la Champagne, donde cada año, las labranzas revelan granadas intactas que estallan.

El propósito de

A partir de 1915 la prensa se libra de las últimas prohibiciones y publica clichés cada vez más penosos. Durante un tiempo queda entendido que los periódicos publican sólo imágenes de cadáveres enemigos, pero esta reserva desaparece cuando en 1916 Le Miroir coloca en primera plana la imagen de dos cuerpos, un alemán y un francés, acostados el uno contra el otro en un hoyo. La sobrepuja por el espanto no cesa hasta el armisticio.
Y mientras tanto nacen obras, en un número mayor de lo que se creía. Obras en las que se exaltan la violencia, el miedo, el espanto, el sufrimiento, la exaltación, la piedad, el asco. Dan testimonio de la persistencia de la conciencia humana mientras que la guerra la esclaviza o ignora. Algunos, los de más edad atados a las costumbres antiguas, intentan la experiencia de recurrir al realismo pictórico del siglo precedente. Biplanos, piezas de artillería, soldados, observan minuciosamente los detalles y los reproducen con tanto método. El ilusionismo y la ilustración encuentran allí. Pero los motivos sufren de ello cuando se hallan fijados en una imagen inmóvil, como suspendidos, cuando son todo lo contrario, el movimiento, la velocidad, el instante. Sus obras conservan un valor documental, aumentado hoy por lo pintoresco de lo anacrónico. Los de menos edad, formados en el último tercio del siglo XIX, impresionistas y postimpresionistas, se atreven con síntesis que en nuestros días sorprenden, colores vivos o agrios y sujetos macabros, recortes de formas y luz blanca. Vallotton en Argonne, Horovitz en los Alpes, Orpen sobre el Somme, pintan las ruinas de una iglesia bombardeada, la artillería de montaña o dos cadáveres olvidados sobre una trinchera, introducen sombras violetas, líneas serpentinas, fondos planos japoneses (como si fuese posible permanecer fieles a las lecciones de Gauguin y de los nabis un cuarto de siglo después). Apuesta peligrosa: en el momento de su viaje a Champagne y Argonne, en junio de 1917 Vallotton pinta tres veces la iglesia de Souain destripada, y las casas abatidas, antes de hacerlo el mismo cita en una frase: “el decorado se ha transformando, pero sigue siendo todavía un decorado”. Tendremos cuadros buenos,-anota - está seguro, pero de carácter puro, y fragmentarios. " Para remediar este defecto, intenta en 1916 cuatro " dibujos sintéticos geometrizantes ", Charleroi, Yser, El Marne y Verdún luego pinta Verdún (1917), que subtitula " Cuadro interpretado de guerra, proyecciones coloreadas negras, azules y rojas, terrenos devastados, nubarrones de gas”. Ensaya un cubismo-futurista, que mezcla con vestigios de realismo. Es elegir la tercera solución, siendo el más moderno, el más audaz.
Los artistas de las vanguardias europeas, expresionistas alemanes, cubistas franceses, británicos adeptos al vorticismo, futuristas italianos, renuncian definitivamente a las reglas que regían antes la pintura de batallas. Se aplican en vencer las dificultades, en encontrar motivos nuevos y medios nuevos adaptados a la nueva y monstruosa realidad. Estos medios son para la mayor parte de ellos, el cubismo, el futurismo, el expresionismo y la abstracción. En mayo de 1915 Léger está en Argonne y escribe a un amigo: “Es sin embargo una guerra muy curiosa (…) Esta guerra es la orquestación perfecta de todos los medios de matar, antiguos y modernos, es inteligente hasta las uñas. Es incluso aburrido, no hay imprevistos. Estamos dirigidos tanto de un lado como de otro por gente de mucho talento. Es líneal y seca, como un problema de geometría. Tantas granadas en tanto tiempo sobre tal superficie, tantos hombres por metro y a una hora determinada en orden. Todo esto se pone en marcha mecánicamente. Es la abstracción pura, más pura que la pintura cubista en sí misma. No te oculto mi simpatía por esta manera (…).” En Verdun, desolado, descubre acontecimientos y sujetos completamente inesperados para regocijar (su) alma de cubista. Dibujos y acuarelas sacan partido de estos acontecimientos. Léger figura hombres-robots deshumanizados, servidores de máquinas que los atropellan. Pone en pie las formas derrumbadas por la ruinas y las líneas quebrantadas de un avión abatido.
Dix, Nevinson, Severini, Lewis, Nash, Grosz, comprenden como él que la guerra moderna debe ser pintada de manera moderna. El tiempo del realismo histórico y de las alegorías patrióticas pasó. En la explosión de las granadas, en la omnipotencia de la artillería, en la guerra total, hacen falta transcripciones y no imitaciones. Hace falta que las líneas se estrellen, que los colores estallen, no para representar los detalles del combate sino para hacer sentir su violencia inhumana.
La Gran Guerra en Imágenes.
A continuación dividiremos el conflicto en una serie de etapas o apartados que iremos ilustrando con imágenes de los pintores que vivieron la guerra desde los campos de batalla.
1. LA DECLARACIÓN DE GUERRA

Max Beckmann, Der Kriegsausbruch (La Declaración de Guerra), 1914, punta seca, 19,8 x 24,8 cm.

Alfred Kubin, Die Kriegsfackel (La antorcha de la Guerra), 1914, Oberösterreichisches Landesmuseum, Linz.
2. LOS GUERREROS
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LOS GUERREROS |
3. EL CAMPO DE BATALLA
3.1. EL ASALTO
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EL ASALTO |
3.2. LA GUERRA MECÁNICA
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LA GUERRA MECÁNICA |
3.3 LA GUERRA SUBTERRÁNEA
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LA GUERRA SUBTERRÁNEA |
3.4. LA GUERRA INVISIBLE
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LA GUERRA INVISIBLE |
3.5. LA TRINCHERA
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LA TRINCHERA |
4. LOS TIEMPOS DE LA ARTILLERÍA
4.1. LOS CAÑONES
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LOS CAÑONES |
4.2. EXPLOSIONES
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EXPLOSIONES |
4.3. EL DESIERTO Y EL INFIERNO
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EL DESIERTO Y EL INFIERNO |
5. LA GUERRA TOTAL
5.1. LA GUERRA MARÍTIMA
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LA GUERRA MARÍTIMA |
5.2. LA GUERRA AÉREA
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LA GUERRA AÉREA |
5.3. INDUSTRIAS
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INDUSTRIAS |
6. SUFRIMIENTOS
6.1. TRAS EL COMBATE
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TRAS EL COMBATE |
6.2. HOSPITALES DE CAMPAÑA
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HOSPITALES DE CAMPAÑA |
6.3. RUINAS
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RUINAS |
7. LA MUERTE


Otto Dix, Mahlzeit in der Sappe(Lorretohöhe)
Le Miroir 8 de octubre de 1916.
7.1. VÍCTIMAS
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VÍCTIMAS |
7.2. CONMEMORACIONES
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CONMEMORACIONES |
Traducido y adaptado de "La coleur des Larmes. Les peintres devant la Première Guerre mondiale" (http://www.art-ww1.com/fr/visite.html)
© Las Nueve Musas - Esther Carrero Fernández, 2010.